mayo 24, 2014

CAUTIVA


María Ayala con Yeya

             
             ¿Qué hago aquí
             comiéndote a palabras,
             olfateando tu sombra,
             adivinando tu parpadeo?

              
             Trenzo laberintos con tu risa,
             me tatúo caricias inventadas.
             —¡Huye! —me dice la razón,
             pero no puedo salir de ti.


©   María  Ayala
Monterrey, N.L., México


Mi amiga regiomontana, me sigue sorprendiendo con nuevos escritos. Ésta es una bella poesía, de ágil lectura pero profundo sentimiento (como tiene que ser). Muchas gracias, colega María, por seguir ofreciendo tan bellas poesías dignas de admirar.

mayo 11, 2014

EDGAR ALLAN POE

Edgar Allan Poe (dibujo)


Pompas del mármol, negra anatomía
Que ultrajan los gusanos sepulcrales,
Del triunfo de la muerte los glaciales
Símbolos congregó. No los temía.

Temía la otra sombra, la amorosa,
Las comunes venturas de la gente;
No lo cegó el metal resplandeciente
Ni el mármol sepulcral sino la rosa.

Jorge Luis Borges
Como del otro lado del espejo
Se entregó solitario a su complejo
Destino de inventor de pesadillas.

Quizá, del otro lado de la muerte,
Siga erigiendo solitario y fuerte
Espléndidas y atroces maravillas.
                        

                                   
                                     soneto de Jorge Luis Borges

DELECTACIÓN MOROSA


La tarde, con ligera pincelada
que iluminó la paz de nuestro asilo,
apuntó en su matiz crisoberilo
una sutil decoración morada.

Surgió enorme la luna en la enramada;
las hojas agravaban su sigilo,
y una araña en la punta de su hilo,
tejía sobre el astro, hipnotizada.

Poblóse de murciélagos el combo
cielo, a manera de chinesco biombo;
sus rodillas exangües sobre el plinto

manifestaban la delicia inerte,
y a nuestros pies un río de jacinto
corría sin rumor hacia la muerte.

                                                   Soneto de Leopoldo Lugones

mayo 01, 2014

CASI GRINGO


Yo soy del Chaco argentino,
nacido en esta región
soy tan hijo de esta tierra,
que me siento emparentado
al quebracho colorado
y al capullo de algodón.

En mis venas corre sangre
de la Italia forjadora
de la estirpe labradora
que en mi patria se afincó.

Fueron gringos mis dos padres
y también mis dos hermanos
que desde suelo italiano,
con la América soñaron.

Aquel sueño y el destino,
los empujaron un día
a dejar toda una vida
por otra, tal vez mejor
y en un buque se embarcó
con lágrimas mi familia.

Porque allá dejaron todo
con sus penas y alegría:
a la patria, a sus amigos,
a sus padres, a la villa,
a los sueños de la infancia,
que eran carne de ilusión.

Mas sus pupilas mojadas
con llantos de mil ausencias
se secaron de esperanza
al ver esta noble tierra
que esperándolos estaba
para borrar con su sol,
las noches de tantas guerras;
que esperaba para darles
un arado y una reja,
trigo de paz para el pan
y un rancho para querencia.

Así llegaron al Chaco,
mis hermanos y mis padres
plantando una humilde chacra,
rodeada de quebrachales
pagando en sudor de sangre
sus blancos algodonales
y olvidando con trabajo,
la noche de sus pesares.

Luego, Dios, que nunca olvida,
premió el sufrir de mi madre
con un puñado de hijos,
tan rubios como trigales
y trigueños color sombra
de adentro de los obrajes.

Entre ellos, llegué yo
a ver la luz de este Chaco,
a escuchar sin comprender
los mil murmullos del campo
a gastarme las rodillas,
gateando por todo el rancho
y prenderme de mi madre,
para dormirme mamando.

Yo ni contaba dos años,
cuando mi madre partiera
para dar vida a otro hermano…
Ya nunca la volví a ver,
ya nunca estuvo en el rancho,
solo volvió mi familia,
todos de negro y llorando
y mi hermana la mayor,
mientras me alzaba en sus brazos
trató de hacerme entender,
que mi madre no estaría
nunca jamás en el rancho
porque Dios la había llamado
para tenerla a su lado.

La chacra quedó en silencio,
todos hablaban despacio
y yo recorría el patio
siempre buscando y buscando.
Mas un día se quebró
el silencio con un llanto
que brotaba de la cuna
hecha de rústico palo.
Hacia adentro fui corriendo,
los ojos grandes mirando,
y asomado a la cunita,
he visto de cerca el llanto...

Era un trueque del destino,
mi madre por un hermano:
así terminó su vida,
dejando otra vida en cambio,
y se internó tierra adentro
por sujetarnos al Chaco.

Porque si yo tengo sangre
de esa gringa de otros pagos,
también la tiene la sombra
profunda de los quebrachos.

Y si sus huesos y carnes
viven en mi ser andando
también viven en la tierra
de una tumba de este pago
y están abonando el suelo,
caliente de nuestro Chaco.

Por eso es que yo me siento
emparentado a esta tierra;
por eso es que yo teniendo
tanta sangre de italiano
me siento tan argentino,
tan chaqueño y tan hermano
de las chacras, de los montes,
de los indios mocovíes,
de los tobas y matacos,
razas todas que en la selva
de entre los cardos brotaron
como fruto de esta tierra
donde mi madre ha quedado.

Todo tiene algo que ver
con mi sangre y su pasado.
Por eso, aunque casi gringo,
lo quiero tanto a mi Chaco.


Luis Landriscina (n. Colonia Baranda, Chaco, Argentina, 19 de diciembre de 1935)
Poema, resumen autobiográfico, de su libro “De todo como en galpón”, 1994.