febrero 10, 2015

IV. El pulpero. A buena cuenta

IV. El pulpero. A buena cuenta


104
José Hernández (1834-1886)
Seguiré esta relación,
aunque pa chorizo es largo:
el que pueda hágase cargo
cómo andaría de matrero,
después de salvar el cuero
de aquel trance tan amargo.

105
Del sueldo nada les cuento,
porque andaba disparando;
nosotros de cuando en cuando
solíamos ladrar de pobres:
nunca llegaban los cobres
que se estaban aguardando.

106
Y andábamos de mugrientos
que el mirarnos daba horror;
les juro que era un dolor
ver esos hombres, ¡por cristo!
En mi perra vida he visto
una miseria mayor.

107
Yo no tenía ni camisa
ni cosa que se parezca;
mis trapos sólo pa yesca
me podían servir al fin…
no hay plaga como un fortín
para que el hombre padezca.

108
Poncho, jergas, el apero,
las prenditas, los botones,
todo, amigo, en los cantones
jue quedando poco a poco;
ya me tenían medio loco
la pobreza y los ratones.

109
Sólo una manta peluda
era cuanto me quedaba
la había agenciao a la tabla
y ella me tapaba el bulto;
yaguané que allí ganaba
no salía– ni con indulto.

110
Y pa mejor hasta el moro
se me jue de entre las manos;
no soy lerdo pero, hermano,
vino el comendante un día
diciendo que lo quería
pa enseñarle a comer grano.

111
Afigúrese cualquiera
la suerte de este su amigo,
a pie y mostrando el umbligo,
estropiao, pobre y desnudo;
ni por castigo se pudo
hacerse más mal conmigo.

112
Ansí pasaron los meses,
y vino el año siguiente,
y las cosas igualmente
siguieron del mesmo modo:
adrede parece todo
pa atormentar a la gente.

113
No teníamos más permiso,
ni otro alivio la gauchada,
que salir de madrugada,
cuando no había indio ninguno,
campo ajuera a hacer boliadas
desocando los reyunos.

114
Y cáibamos al cantón
con los fletes aplastaos,
pero a veces medio aviaos
con plumas y algunos cueros,
que pronto con el pulpero
los teníamos negociaos.

115
Era un amigo del jefe
que con un boliche estaba;
yerba y tabaco nos daba
por la pluma de avestruz,
y hasta le hacía ver la luz
al que un cuero le llevaba.

116
Sólo tenía cuatro frascos
y unas barricas vacías,
y a la gente le vendía
todo cuanto precisaba…
algunos creiban que estaba
allí la proveduría.

117
¡Ah, pulpero habilidoso!
Nada le solía faltar.
¡Ahijuna!, Para tragar
tenía un buche de ñandú;
la gente le dio en llamar
el boliche de virtú.

118
Aunque es justo que quien vende
algún poquito muerda,
tiraba tanto la cuerda
que, con sus cuatro limetas
él cargaba las carretas
de plumas, cueros y cerda.

119
Nos tenía apuntaos a todos
con más cuentas que un rosario,
cuando se anunció un salario
que iban a dar, o un socorro;
pero sabe Dios qué zorro
se lo comió al comisario;

120
pues nunca lo vi llegar,
y al cabo de muchos días
en la mesma pulpería
dieron una güena cuenta,
que la gente muy contenta
de tan pobre recibía.

121
Sacaron unos sus prendas,
que las tenían empeñadas;
por sus deudas atrasadas
dieron otros el dinero;
al fin de fiesta el pulpero
se quedó con la mascada.

122
Yo me arrescosté a un horcón
dando tiempo a que pagaran,
y poniendo güena cara
estuve haciéndome el poyo,
a esperar que me llamaran
para recibir mi boyo.

123
Pero ahi me puede quedar
pegao pa siempre al horcón,
ya era casi la oración
y ninguno me llamaba;
la cosa se me ñublaba
y me dentró comezón.

124
Pa sacarme el entripao
vi al mayor, y lo fi a hablar;
yo me lo empecé a atracar,
y como con poca gana
le dije: tal vez mañana
acabarán de pagar.

125
¡Que mañana ni otro día!,
Al punto me contestó:
la paga ya se acabó;
¡siempre has de ser animal!
Me raí y le dije: yo…
no he recebido ni un rial.

126
Se le pusieron los ojos
que se le querían salir,
y ahi no más volvió a decir
comiéndome con la vista:
¿y qué querés recibir
si no has dentrao en la lista?

127
Esto sí que es amolar­,
dije yo pa mis adentros;
van dos años que me encuentro
y hasta aura he visto ni un grullo;
dentro en todos los barullos
pero en las listas no dentro.

128
Vide el pleito mal parao
y no quise aguardar más…
es güeno vivir en paz
con quien nos ha de mandar;
y reculando pa atrás
me le empecé a retirar.

129
Supo todo el comendante
y me llamó al otro día,
diciéndome que quería
aviriguar bien las cosas…
que no era el tiempo de rosas,
que aura a naides se debía.

130
Llamó al cabo y al sargento
y empezó la indagación:
si había venido al cantón
en tal tiempo o en tal otro…
y si había venido en potro,
en reyuno o redomón.

131
Y todo era alborotar
al ñudo, y hacer papel;
conocí que era pastel
pa engordar con mi guayaca;
mas si voy al coronel
me hacen bramar en la estaca.

132
¡Ah, hijos de una…! ¡La codicia
ojalá les ruempa el saco!
Ni un pedazo de tabaco
le dan al pobre soldao,
y lo tienen, de delgao,
más ligero que un guanaco.

133
Pero qué iba a hacerles yo,
charabón en el desierto;
más bien me daba por muerto
pa no verme más fundido:
y me les hacía el dormido
aunque soy medio despierto.

Del libro: "Martín Fierro"
http://www.todo-argentina.net/Literatura_argentina/Biografias_de_literatura/jose_hernandez/Martin%20Fierro/index_mf.htm

febrero 08, 2015

CANCIÓN DE ADIÓS

Fuiste la luz de mi vida
y mi musa preferida
pero todo se acabó;
fuiste mi cruz de rosario
mi suerte en el calendario
la dueña de mi colchón.

Fuiste un tango puro y duro
escrito en papel oscuro
que no quiero ni cantar;
una guitarra sin cuerdas
un collar falso de perlas
que nunca vieron el mar.

Fuiste un jardín de malvones
un vinilo sin rayones
una dama de verdad
que duro quince minutos
y ahora me dejas el luto
de no querer verte más

Fuiste una Lady Madonna
fuiste un gol de Maradona
fuiste la mano de dios;
fuiste todo pero fuiste
yo no sé si me entendiste
que te estoy diciendo adiós

Fuiste “El día que me quieras"
fuiste Gardel y Le Pera
y la Isla de Camarón
fuiste en Madrid, Hortaleza
y en Buenos Aires princesa
reina de mi corazón.

Fuiste la luz de mi vida
y mi musa preferida
que ya no puedo expirar
ni un canto ni una ranchera
ni un solo verso siquiera
solo esta canción de adiós

Fuiste la luz de mi vida
y mi musa preferida
que ya no pueda expirar
ni un tango ni una ranchera
ni un solo verso siquiera
solo esta canción de adiós.

Y este fue mi testamento
de un amor que de contento
no me dejó ni el sudor
solo queda despedirme
con voz ronca pero firme
el mal trago ya paso.

Medio vals mitad ranchera
le pongo el nombre que quieras
y lo pinto rock and roll
aquí adelante de todos
le estoy diciendo a mi modo
te estoy diciendo a mi modo:
¡Buena suerte, chau, adios!


"Canción de adiós" del cantautor COTI
Roberto Fidel Ernesto Sorokin Espasa
(n. Rosario, Santa Fe, Argentina, 1973)