¡Oh, bendita mente! Si sales tú de los cielos, pues ¿por qué siento que me llevas tortuosamente hacia el infierno? No es la razón tu mejor compañera, pero en el uso imaginario de su esencialidad, has sabido asesorarla. Mi cuerpo mortal se desvanece en cenizas de pensamientos fragmentados; mi dolido corazón sangra a borbotones por hallarse enajenado.
¡Oh, bendita mente! Si has de ser tú la culpable de mi perecer entonces por lo menos dejadme a elección mi propio final; si has de darme resultado lentamente, pues que sea presa bajo la inmortal ilusión, acogedora y embustera, que todo lo hace dibujarse; y no bajo aquel incesante mar de piedras blancas que me golpean y lastiman, sin tener el valor de abatirme por completo.
¡Ah! pero si han de cesar todos los sonidos del universo, y he de hallarme ante un último parpadeo, entonces sólo quiero ver y escuchar amor. Que sea el amor mi muerte, como hasta hace poco lo fue mi vida entera.
¡Oh amor, por qué habrías de tomar tal dirección! ¿Es que acaso sofocarte con palabras de poesía no es clama suficiente para alimentar tu incesante ego? Si es la vida un juego, y tú, amor, su creador, entonces quiero proclamarme un personaje que por su origen, desfallece inmune de dolor. Las espinas del rosal que me acompaña no arden más en mí.
¡Oh AMOR, pues tu eres fuego, y encendiste en mí lo más calmo de mi ser, hasta inquietarme el sereno corazón! Si he de culpar a la muerte por enterrarme en vida, he de culpar a la razón por ser su fiel aliada.
¡Razón, razón! ¿DÓNDE ESTÁS RAZÓN? Soy presa de tus redes, pero decides aparecer cuando lo destrozado nunca cede; y ahora te vas, te vas atormentada por tu falsedad, presa de un cuento ilusorio, presa de tu propia confusión. Corajudamente decido hoy abandonarte, dejarte ser libre de mi ser. Ser humano, ser racional. Si he de desprenderme de la facultad inherente de mi especie, he de desplegarme hacia la inmortalidad.
¡Adiós, razón! Hoy te dejo atrás. En el abandono tus gritos no harán más eco, pues sobre ellos se alzarán los océanos de los dioses a quienes vendo hoy mi mente, a cambio de tan solo un favor: de hoy en más mi única guía es tu mayor enemigo, el amor. Si he de sentir dolor, pues mejor es afirmar haber vivido por lo que sentía perdido, a haber negado la vida por tus pensamientos carcelarios.
Oh amor, libérame de la mente, he de ser un ser en y por mí. He de encontrar el respeto por el más mínimo insecto, como por la madre del universo, la naturaleza. Y si logras hallar en mí algún vestigio de odio, DESTRÚYELO, aunque tengas que destruir a él conmigo, y aunque en él se halle mi final. Pues mi fin en el mundo es terminar con el odio, y por eso hoy me entrego a tus brazos.
Amor, tomadme fielmente, pues dejé de ser humano, para ser amor.
No deseo servir más a la razón, simplemente, deseo vivir.
(Sometimes my mind plays tricks on me.)
© Alejandra M. Zani
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